Pero fue con la llegada del futbolista Eric Prissette, en 1994, cuando el vino despegó en términos de calidad y repercusión mediática, convirtiéndose en una referencia reconocida internacionalmente y valorada por los mejores catadores.
Cuando Alexandra y Nicolas Robin compraron el viñedo en 2009, vieron la oportunidad de continuar el esfuerzo cualitativo realizado en el viñedo.
Desde entonces, se implican a diario, ya sea en el viñedo o en la bodega, o en las inversiones para crear una herramienta de producción de alto rendimiento y de recepción del enoturismo.
Viven allí con sus hijos, manteniendo así viva la tradición de las fincas familiares de Saint-Émilion.